¿Sabías que el higo es una de las primeras frutas que comenzó a recolectar el ser humano? De esta práctica hay vestigios ya en el siglo X antes de Cristo. Fue un importante alimento en Grecia y Roma. 

 

Otra curiosidad es que es la fruta más mencionada en la Biblia. En el Antiguo Testamento se hace mención a su forma más habitual de consumo: en seco, tal y como te los ofrecemos actualmente en todos los formatos de Higos El Pajarero.

 

Los higos maduros frescos tienen un 80 % de agua, son muy frágiles y perecederos, y la única forma de conservarlos, si no se consumen de inmediato, es transformarlos en mermelada o secándolos.

 

Aunque el sabor de higos y brevas es similar, y se pueden usar ambas variedades, el higo suele ser siempre más sabroso, y es el ideal, sobre todo, para secar y preparar con él auténticas delicias dulces o saladas.

 

El higo en la cocina

 

Si bien, en lo que respecta a la cocina, el higo seco tanto como fresco, es más usado en preparaciones dulces, cada vez es más utilizado en platos salados, como entradas, acompañantes de embutidos, pizzas, en salsas, con pollo y un sinfín de posibilidades. Si te diriges al apartado de recetas de nuestro blog, encontraras auténticas recetas deliciosas, tanto para postres, galletas, budines como para platos salados. 

 

Un de las ventajas de los higos secos con respecto a los frescos, es que los secos, pueden consumirse todo el año y conservan buena parte de sus propiedades. Es cierto que son más calóricos que su variedad fresca, pero también es cierto que tienen seis veces más energía debido a su mayor concentración de azúcar, lo que resulta una gran ventaja para los deportistas, por ejemplo. 

 

Siguiendo con el tema culinario, si ya hemos mencionado acerca de la versatilidad del uso en platos dulces o salados, los higos secos, además del suave sabor, aportan un aspecto “artesanal” a todos los platos. Nos gustaría terminar con una cita: “Sabores tan atemporales y elementales como el higo continuarán satisfaciendo el maravilloso deseo de comer algo verdadero y único”.

 
 



 

 

 

 

Oímos mucho hablar de productos BIO, ecológicos y orgánicos. Pero cómo hacemos para distinguir uno de otros y qué implica cada uno de ellos?

 

Los productos Bio, del mismo modo que los ecológicos u orgánicos, son productos que no han sido elaborados de forma artificial y en los cuales no se han empleado químicos, pesticidas o fertilizantes durante sus etapas, que han sido cultivados respetando los ciclos propios de la naturaleza y, por supuesto, que no son transgénicos, en otras palabras, que no han sido modificados genéticamente.

 

Todas estas cualidades están reconocidas de forma oficial: cualquier producto que incluya los términos ‘eco’, ‘bio’ y orgánico en su etiquetado debe cumplir esos mismos requisitos en su producción. Entre los consumidores, quizá sí existe alguna diferencia entre esos adjetivos en un nivel más subjetivo, en el que ‘bio’ se entiende más como el producto natural que, por su calidad de nutrientes, es beneficioso para la salud, mientras que ‘eco’ tiene un carácter más medioambiental.

 

Como consumidores responsables es importante conocer la procedencia y las especificidades de cada producto que adquirimos. Y más si está relacionado con nuestra alimentación y, por tanto, nuestra salud. 

¿Cuáles son las características de los productos Bio?

En el caso de los productos Bio, la diferencia radica en que se trata de alimentos que no sufrieron ninguna modificación durante su proceso de elaboración, como por ejemplo sucede con algunas frutas o verduras del mercado tradicional a las que les agregan químicos para mejorar su textura, color o aroma. 

Consideraciones generales sobre los productos Bio

Aun cuando los productos Bio son necesariamente ecológicos, en los supermercados y tiendas podemos encontrar distintas etiquetas que garantizan que ese producto sea Bio. Simplemente, este sello o etiqueta es una forma de resaltar que el proceso de elaboración de dichos productos ha tenido unas prioridades: medioambientales, en el caso de los ecológicos; y naturales, en el caso de los biológicos.

En resumen, la próxima vez que encuentres un producto con la etiqueta Bio, recuerda que se trata de productos que:

Que las materias primas de los productos, tanto si son animales como especies vegetales, son seleccionadas de forma natural y no se alteran genéticamente para mejorar sus características.

Que contribuyen al cuidado de la biodiversidad. El buen trato a las especies supone la conservación de la variedad de especies en los ecosistemas.

Y por último, pero no menos importante, que tienen más aportes nutricionales. Los fertilizantes, aunque mejoran el aspecto de los alimentos, reducen significativamente sus cualidades nutricionales. Con los productos Bio no pasa lo mismo.